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Jon Telletxea: "Las personas que se han visto más afectadas, serán de las últimas en salir de la misma"

Jon Intxaurraga

La pobreza es una de las principales caras de cualquier crisis y la provocada por el Coronavirus no es una excepción. Por eso hemos acudido a Jon Telletxea, coordinador territorial de Caritas Gipuzkoa, para que nos haga una radiografía de la pobreza en Euskadi agravada por la COVID-19.

Según el informe AROPE de 2019, el 14,4 % de la ciudadanía vasca está en riesgo de pobreza y el 5,9 % vive esa situación. ¿Cuál es la previsión para 2020?

Si vemos la evolución de esta tasa en años precedentes, desde el 2015 hasta el 2018, se produce una bajada progresiva e importante pasando del 17,60 % en el 2015 al 12,10 % en el 2018. Sin embargo, en el 2019 vuelve a subir situándose en el 14,4 %. Según el informe FOESSA referente al año 2018, Euskadi tiene unas tasas de exclusión social más reducidas que en la mayor parte de las demás comunidades autónomas, pero un preocupante aumento de la exclusión más severa y que podría apuntar a la cronificación y agravamiento de las situaciones de exclusión. Probablemente, y a consecuencia de la crisis sanitaria, la evolución seguirá siendo al alza durante el 2020 y 2021, pero hay que esperar para ver los datos reales. 

La crisis no ha golpeado a todos los sectores por igual, ¿cuáles han sido los más afectados?

Los sectores que más fuertemente se han visto afectados por esta crisis sanitaria han sido aquéllos que ya eran precarios en tiempos de "normalidad" por tener unos sueldos bajos, en muchos casos tratarse de contratos parciales y temporales, afectados por una inestabilidad muy alta, sin grandes elementos de control laboral público (inspecciones), en empresas o trabajos conformados por un número muy reducido de trabajadores y en muchas ocasiones familiares. Los sectores son principalmente el servicio doméstico, la hostelería, el ámbito de los trabajos informales (venta ambulante, recogida de residuos, etc.).

Las instituciones públicas han destinado recursos para paliar el golpe económico. ¿Han acertado?

Los apoyos públicos puestos en marcha por las distintas administraciones han sido importantes. Algunos de ellos abarcaron la primera etapa del confinamiento (de marzo a junio), flexibilizando requisitos de acceso a ayudas públicas básicas y supusieron un balón de oxígeno para aquellas personas y familias que se vieron en una precariedad extrema. También es cierto que no todos los ayuntamientos actuaron de la misma manera. Por otro lado, los Expedientes de Regulación de Empleo Temporales (ERTE) y el Ingreso Mínimo Vital (IMV) han sido recursos importantes al llegar a capas muy amplias de la sociedad.

¿A tiempo?

El retraso en su tramitación y cobro ha supuesto y está suponiendo un obstáculo difícilmente justificable. A día de hoy aún un número importante de personas que solicitaron el IMV en junio o julio no han percibido esa ayuda, y a pesar de que la perciban en un futuro cercano con efectos retroactivos, para familias que no disponen de recursos ni para vivir al día, supone un gran perjuicio.

¿Qué tipo de familia sería esta?

Tal y como indica el informe Foessa del 2018, los colectivos más vulnerables y que se sitúan en riesgo de exclusión social son los hogares sustentados por personas jóvenes, mujeres, inmigrantes y personas desempleadas, así como los hogares compuestos por familias numerosas y monoparentales. Desde Caritas, en nuestro trabajo diario de acompañamiento suscribimos estos perfiles. Por lo general, se trata de colectivos con una baja formación y no cualificada, con trabajos precarios y con muy pocos apoyos sociales o familiares.

¿Y cómo se relacionan pobreza y COVID?

Si relacionamos estos colectivos con la enfermedad, son más susceptibles de padecerla debido a que en muchas ocasiones son personas que comparten vivienda con otras unidades convivenciales y a veces en situación de hacinamiento por no poder costearse el alquiler de un piso por familia. A su vez, tienen grandes dificultades para adoptar las medidas de protección sanitaria (mascarillas, hidrogeles, etc.) por no disponer de los suficientes recursos económicos y priorizar por otras necesidades. Les resulta muy complicado mantener un confinamiento por su situación habitacional y por carecer de redes de apoyo o familiares.

Acaba de nombrar el "riesgo de exclusión social", ¿qué implica?

Situarse en el espacio de "riesgo de exclusión social" supone vivir en la precariedad e inestabilidad, quedarse al albur de no poder hacer frente a ningún imprevisto por pequeño que sea, vivir en la "cuerda floja". Estas situaciones normalmente además suelen afectar al estado psicológico de las personas provocando ansiedad, viviendo en una preocupación constante. Por no llegar a fin de mes. Lógicamente cualquier circunstancia, de cualquier motivo: dificultades económicas entre ellas, que afecta al ámbito personal y/o familiar puede provocar desajustes o desequilibrios tan to personales como familiares, tanto a nivel afectivo-emocional como relacional. En muchas ocasiones se quedan en el ámbito de la afectación sin que lleguen a ser patológicas y podamos considerarlas enfermedad. Sin embargo, pueden existir muchas sin que estén diagnosticadas. Las más frecuentes pueden ser: estado de ánimo bajo, ansiedad, angustia, etc.

¿Este tipo de gente suele acudir a especialistas para tratarse?

Como he comentado antes, en ocasiones y cuando existe una preocupación alta, acuden a especialistas y cuando éstos consideran que debe ser tratado sanitariamente se hace. Sin embargo pueden existir muchas enfermedades de este tipo que no se traten porque ni si quiera se acuda a especialistas.

¿Y cómo ha influido la crisis sanitaria para desarrollar este tipo de enfermedades?

Muchas familias durante esta crisis sanitaria han visto como han disminuido sus ingresos al quedarse alguno de sus miembros en ERTE o sin empleo, esto les ha provocado pasar de una situación de cierta estabilidad a vulnerabilidad con la incertidumbre de si podrán recuperar su situación anterior a corto plazo.

¿La vacunación en qué puede ayudar a hacer frente a la pobreza?

Lo primero, la vacuna es una buena noticia para toda la sociedad en su conjunto. A su vez, puede ayudar a que se reactive la economía y las personas en situación de precariedad laboral y riesgo de exclusión puedan tener más fácil acceder a un empleo y ver mejorada su situación. Sin embargo, en base a la experiencia de otras crisis económicas recientes, las personas que se han visto más afectadas y que fueron las primeras en vivir las consecuencias de esta pandemia, serán de las últimas en salir de la misma. Se necesitará tiempo para que la economía coja confianza y pueda volver a los niveles precedentes.

¿Por qué este tipo de personas suelen ser las últimas en recibir la vacuna?

No me refería a que estas personas sean las últimas en conseguir la vacuna, sino en salir de la crisis económica que esta pandemia puede provocar.

¿Como ocurrió en 2010?

La experiencia en otras crisis económicas, la última la que vivimos hacia el 2010 provocada por la burbuja inmobiliaria y la crisis de la construcción, es que las personas que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad y precariedad son las primeras en padecer los efectos de estas crisis y de los últimos en recuperarse de los mismos. Esto se debe a una conjunción de factores. Normalmente son personas con una baja cualificación, un bajo nivel de estudios que les hace ser menos competitivos en el mercado laboral normalizado y tampoco cuentan con una experiencia laboral amplia en sus vidas laborales. Uno de los colectivos vulnerables es el de las familias monoparentales. Esta circunstancia les hace de por sí partir desde un punto más difícil y complejo por razones de conciliación laboral y familiar, dificultades en horarios. Normalmente no tienen red familiar o social que se pueda hacer cargo de los hijos cuando no están en edad escolar o cuando se ponen enfermos. Muchas personas que forman parte de esos colectivos son personas en situación administrativa irregular que se dedicaban a trabajos informales y cuesta más que se recuperen. Los propios estigmas o prejuicios sociales de empleadores, las personas de origen extranjero, a mismo nivel de preparación profesional, lo tienen más complicado para acceder al trabajo. Esperamos que la vacuna se pueda administrar de forma justa y equitativa a toda la población que lo requiera, tenemos un sistema sanitario universal y potente que siempre ha dado señales de ser solidario, es un motivo potente para mantener la esperanza.

Entonces, tenemos razones para ser optimistas.

En cualquier caso, contar con una vacuna efectiva es algo positivo para la sociedad en general, es un elemento que sumado a otras medidas de protección social que han puesto en marcha las administraciones, alimenta nuestra esperanza y optimismo.

 

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