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Irun-Hendaia, la Europa de las fronteras

Peio Aierbe

Nos vendieron Schengen como el fin de las fronteras interiores en la UE. Nos dijeron que, a cambio, teníamos que soportar una serie de controles informáticos y levantar barreras exteriores aún más difíciles de soportar. Crearon gigantescas bases de datos, que se suponía afectarían a los ""otros", a los extranjeros. Libertad de circulación para la ciudadanía europea y cierre aún mayor a la inmigración extracomunitaria.

Resultado, en cuanto lo han estimado necesario, han incorporado también a las bases de datos a toda persona europea que viaje a otro país y han revitalizado las fronteras interiores. En nuestro caso, Irun/Hendaia es el paradigma de esta política.

En los últimos dos años, han dado carta de naturaleza a esta política instalando controles fijos en los accesos a Francia desde Irun. Era una política que se practicaba, con menos descaro, desde mucho tiempo atrás, con el traslado directamente en furgones, con y sin distintivo policial, por la gendarmería de las personas detenidas y llevadas al otro lado de la frontera, habitualmente la explanada de Ficoba. El control policial en la llegada del topo a Hendaia, era sistemática. Los controles, antes y ahora, se hacían por perfil étnico, al igual que en el acceso por la autopista. Cuentan, a su vez, con la colaboración de las compañías de transporte internacional que exigían para coger un billete, un documento probatorio de una situación regularizada.

Desde SOS Racismo hemos venido denunciando esta política, claramente violadora de los tratados de Schengen y de la prohibición formal en el estado francés del "control au facies". Lo hemos hecho ante la opinión pública, ante el Gobierno Vasco, interpelando directamente a las compañías de transporte. Todo ello, sin ninguna respuesta.

El resultado de esta política es, una vez más, el aumento de las penalidades que sufren las personas migrantes y refugiadas en su intento de desplazarse por el interior de la UE para llegar allí donde puedan contar con una red propia de apoyo. Nuevamente se alimentan las redes de quienes hacen negocio ofreciéndose a facilitar el paso fronterizo. Incluso, empezamos ya a contar el número de personas ahogadas al intentar cruzar el Bidasoa.

¿Cómo interpretar esta deriva de la UE? Lamentablemente hay que reconocer que este retroceso en derechos básicos de respeto a la vida y al derecho de asilo, es la consecuencia lógica de las políticas migratorias y de refugio que se vienen impulsando desde las instituciones comunitarias.

Dado que el enfoque de las instituciones comunitarias y de todos los Estados miembros es considerar las migraciones como una amenaza, esta escalada de recorte de derechos no despierta ninguna inquietud en la opinión pública europea. Ocurrió algo parecido con la participación de partidos de extrema derecha en coaliciones de gobierno. En la primera ocasión en que esto ocurrió, en Austria, se puso a ese país en una especie de cuarentena y se escucharon voces escandalizadas en las instituciones europeas. Pasó el tiempo y tenemos a numerosos gobiernos europeos, no sólo con coaliciones en las que participan partidos de extrema derecha sino, directamente, con políticas de ese cariz. Es el caso de Polonia, Hungría… Y, en otro muchos, aplicando medidas directamente contrarias al derecho de asilo.

Ahí tenemos el caso de Dinamarca, derivando a quienes solicitan asilo en ese país a centros en países extracomunitarios que, a cambio de contrapartidas, hacen de carceleros donde esperan la decisión sobre su solicitud de protección internacional. Esta propuesta fue formulada en su día por Tony Blair y también suscitó un rechazo generalizado. Hoy puede acabar siendo una fórmula que se vaya generalizando.

O qué decir de la negativa de la UE a facilitar el asilo a las personas que huyen de Afganistán. Tras el fracaso de la ocupación militar por los países occidentales, han corrido ríos de tinta sobre los peligros que suponía para la población afgana, las mujeres en particular, la llegada al poder de los talibanes. Pero, rápidamente, han hecho saber que no acogerán a esas personas, sino que las ubicarán en centros levantados en los países vecinos. Una nueva subcontratación del derecho de asilo. Todo con tal de que no lleguen a la UE.

En definitiva, el retroceso de derechos en la libre circulación en la UE es el signo de los tiempos. 

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