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"Aguantar por si misma, y por su hijo"

Jon Intxaurraga

Rosa es una de las muchas personas que tras el cierre de la hostelería por la pandemia, ha tenido dificultades para llegar a fin de mes y afrontar todos los gastos. Con mucha valentía se ha ofrecido a contarnos su experiencia. 

Rosa tiene unos cincuenta años y vive con su hijo adolescente, que adoptó cuando era un bebé. En 2017, decidió abrir el bar que regenta, pero todo comienza seis años antes, cuando a raíz de la crisis económica se fue al paro. En ese momento decidió buscar algo para que tanto ella como su hijo puedan vivir dignamente. Invirtió su indemnización en una lonja de alquiler social en el barrio y montó una tienda de golosinas. El negocio no salió bien y perdió su colchón económico. Gracias a una amiga, alquiló un bar cerca. No conocía la hostelería, pero quería sacar adelante su vida, por responsabilidad hacia su hijo, pero también hacia sí misma. Empezó de manera precaria, pero según apunta hay una máxima en el marketing que afirma: "el primer año se pierde, el segundo se empata y el tercero se gana". El 29 de octubre de 2020 cumplió tres años.

Cuando Rosa se va a casa en marzo, acumula una deuda "brutal" y sale adelante con la ayuda de su gente más cercana. Sus familiares y amigos no hacen más que llamarle y dejarle dinero en el buzón. Incluso clientes del bar le ofrecen ayuda tanto económica como técnica. "La gente estamos bien hecha para ayudarnos", apunta. El 12 de mayo volvió a trabajar. Desde que abrió el bar no para; trabaja de lunes a domingo. Según cuenta, cuando el cierre de noviembre, muchos clientes le ayudaron. Sin embargo, la situación ha cambiado: "aquí viene gente que lleva en ERTE desde hace mucho y no ha cobrado" y añade, "le puedo caer muy bien, pero no se va a gastar 5 € en una ración de chopitos, se va al Eroski, los compra y se los come en casa". Mientras charlamos, aparece una chica que le pregunta por el bar. Rosa le explica que está pendiente de una ayuda y que por eso vende para llevar. Y remata: "nos están diciendo que nos quedemos en nuestra casa y yo cuando trabajo lo hago porque no me queda otra".

 

Preguntada por las ayudas de las instituciones públicas, Rosa nos cuenta que en abril solicitó una ayuda de Lanbide. Aún no se la han concedido. También pidió otra en el Departamento de Comercio, Consumo y Turismo del Gobierno vasco. Lo hizo en Comercio, pero hostelería fue clasificada en Turismo y aquello complicó la petición. Según ella, es "una trampa" y repite una y otra vez que es consciente de que estamos en una pandemia y de que la mayoría de la recaudación debe ir a Sanidad o Educación. Aun así, cree que otra parte más pequeña debe ir a los sectores afectados por la misma. Para poder optar a las ayudas de la mutua como de las instituciones públicas, la actividad debe estar totalmente parada. Algo que le parece inviable: "Imagínate un restaurante de Bilbao que tiene cocineros profesionales, ¿tú crees que dando comidas para llevar ellos pueden tener la misma infraestructura y pueden defenderse en la pandemia? Esa gente, aunque sea una empresa solvente, ¿no necesita esos 3.000 €?”.

Alquiler, agua, luz e hipotecas...

Rosa ha recibido al final los 3.000 € para hostelería y ahora le queda la mitad del dinero. Entre medias, ha tenido que pagar la deuda de la luz y los 690 € mensuales que le pide el dueño de la lonja. Asimismo, tiene una hipoteca con un mes y medio de retraso y 300 € en casa para el banco. Si no paga, sería el tercer retraso; "un problema mayor" en palabras suyas. "Mis amigas me dicen, ¿cómo puedes vivir así? Mientras no me toque morirme, ¿ya me dirás cómo tengo que vivir?". Hoy día, tiene bastante más deuda que el dinero efectivo en mano. La mayoría en "servicios que tendrían que ser esenciales y subjetivos": la vivienda, el agua, la luz. Está en un plan de pagos.

Rosa también recibe la ayuda de la mutua desde noviembre, cuando el Gobierno vasco obligó a cerrar la hostelería ante la subida de casos de COVID-19. Al principio eran 670 €, el 80 % de la base reguladora de su cotización. Por un error le ingresaron 300 € al principio y tuvo que recurrir para recibir la parte que faltaba. Ahora le dan 470 €, la mitad de su base reguladora. Según explica, el Gobierno español decide en octubre que si vuelve a haber que confinar o cerrar otro sector, la ayuda se va a basar en la mitad, perdiendo un 30 % si comparamos con los meses anteriores. A Rosa no le gusta la decisión, "para la ayuda cuando el cierre no hay tiempo, ni sabemos; la pandemia nos ha pillado a todos mal, pero para bajar la base si hay tiempo". Y añade, "siempre van a por el mismo". Cree que ahora no va a recibir nada y que seguirá sobreviviendo con ayuda de su gente. Tampoco está contenta con el Ayuntamiento. "¿Dónde están esos 1.000 € que pregonaba el alcalde?", se pregunta y añade "no se puede mentir así, no se puede tener esa impunidad pública". 

Priorizar y no pensar

Esta situación le ha obligado a priorizar el gasto "desde hace mucho". Cuando tenía un sueldo digno, si le gustaban unas botas de 100 € se las compraba y explica, "¿sabes cuándo eres pobre dentro del sistema? ¡Cuando el dinero que tienes te llega para un tetrabrick de leche y no seis!" y remata "ahí aprendes a vivir de otra manera". Ella no ha tenido que acudir a ningún comedor social ni sufre exclusión social, por eso se considera "dentro del sistema". ¿Y de dónde saca fuerzas? Está sana de cuerpo y mente y tiene un hijo de 13 años, "mi motor es él, pero no es responsable de lo que me pase a mí, ya soy adulta". Para ella lo importante es no pensar, meterse en "una situación de ratón de bola de estos". Es su filosofía, porque cuando alguien viene y le recuerda algo, le entra "un hachazo".

A pesar de su situación, es optimista con la vacuna, se la pondría mañana mismo. Y cuando alguien duda de su eficacia porque se ha hecho muy rápido, habla de la voluntad política: “cuando surgió el sida era una cosa de ‘maricones’, ‘yonkarras’ y marginados, el problema de la COVID es que ha afectado a nivel mundial: lo mismo está un pobre que muere el abuelo de un noble inglés". Para ella, esto es lo que se debería hacer con las pandemias que afectan África o países del "mal llamado Tercer Mundo". Y poco a poco vuelve al tono anterior, hasta caer en el hastío. Las últimas noticias sobre la falta de suministro por parte de las farmacéuticas o de puestos superiores que se han saltado el orden de vacunación, le dan "asco; mucho asco".

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