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“Ha nacido una nueva clase social que incluso teniendo empleo sigue siendo extremadamente pobre”

Gorka Ascorbebeitia

El director de la fundación Eguzkilore afirma que tener una vivienda digna es una “condición necesaria” para completar un proceso de inclusión social

 Óscar Seco

La crisis económica ha generado que muchas familias tengan dificultades para conservar su vivienda o para mantenerla en un estado de habitabilidad aceptable. Sólo en 2013, en la CAV hubo 817 ejecuciones de hipotecas y 1.151 lanzamientos por desahucios y falta de pago de rentas. Tras detectar un aumento significativo de estos casos, Cáritas Diocesana de Bilbao creó precisamente en dicho año la fundación Eguzkilore, una entidad centrada en facilitar el acceso a una vivienda digna a las personas a las que acompaña. Óscar Seco (Bilbao, 1964) se licenció en Derecho económico en la Universidad de Deusto y desarrolló su carrera en el ámbito social en el centro de innovación social Gizalab de Gazteiz, donde se especializó en la problemática de vivienda. Tras crear Eguzkilore, Cáritas le llamó para dirigirla. Seco hace balance del primer ejercicio completo de la fundación.

¿Por qué se fundó Eguzkilore?

La primera razón fue que Cáritas vio la necesidad de ayudar en materia de vivienda a muchas familias que estaban en su entorno porque el mercado no les estaba dando respuesta. También se hizo otra reflexión relacionada con la aparición de nuevas formas de pobreza, donde la falta de una vivienda digna es un elemento de exclusión.

¿Hace falta tener donde vivir para poder integrarse en la Sociedad?

Sí. Tener una vivienda digna es condición necesaria para completar con éxito cualquier proceso de incorporación social. Incluso para las personas sin hogar, la principal filosofía en Europa se dirige fundamentalmente a empezar con el acceso a una vivienda y de ahí se van buscando el resto de actuaciones que llevan a la inclusión. Es un proceso que se llama ‘Housing first’ y existe abundante documentación sobre él en la red.

Sin embargo, muchas veces se pone el acento sobre el empleo como principal condicionante para la integración…

Ha sido uno de los tópicos de la década pasada que teniendo empleo tienes ya todo solucionado, pero en realidad no es así. Hoy ha nacido una nueva clase social, el precariado, que aún teniendo empleo sigue siendo extremadamente pobre y no puede asumir sus obligaciones con respecto a la vivienda si quiere mantener mínimamente a las familias. Ésta es una realidad a la que cada vez tenemos que atender más.

Entonces, ¿ligar la integración social al empleo sólo vale si se trata de un empleo de calidad?

Sí. Y, además, dando por supuesto que las personas tengan vivienda, porque eso es algo que hoy por hoy no está asegurado.

Que la fundación se haya creado en el momento más álgido de los desahucios no ha podido ser una coincidencia, ¿no?

No lo es. El proceso de reflexión social compartido que ha respondido al fenómeno de los desahucios y ha dado origen a la iniciativa legislativa popular y a varios movimientos sociales forma parte de las fuentes que nutren al desarrollo técnico del proyecto Eguzkilore.

¿Colaboran con estos movimientos sociales?

Sí, en algunos casos prestamos servicios a personas en situación de sobreendeudamiento. No tanto en el ámbito jurídico-técnico para evitar desahucios, sino ofreciendo procesos de acceso a otras viviendas a personas que están ya en un riesgo serio de perder las suyas. Ahora estamos trabajando con una treintena de estos casos. Las personas sin hogar, las que están a punto de perderlo o aquellas que viven en una vivienda con condiciones inadecuadas por hacinamiento, infravivienda y etc. son nuestras principales líneas de actuación.

¿Cómo marcan sus prioridades a la hora de ayudar a unas familias o a otras?

Normalmente la prioridad nos la marca Cáritas. Ellos detectan a las personas que están en situación de mayor emergencia y nos lo comunican. Sin embargo, nuestra filosofía es buscar el arraigo de las familias, por lo que tratamos de evitar traslados entre municipios salvo en ocasiones muy puntuales. Por eso priorizamos a las familias que residan allí donde nos surgen las viviendas. Hacemos excepciones en casos como la violencia de género donde la propia víctima a veces suele solicitar el traslado.

¿De dónde sacan las viviendas?

No las tenemos contabilizadas exactamente, pero aproximadamente un tercio procede de particulares, que nos las ceden desinteresadamente o a un precio pactado por debajo del de mercado. Otro tercio viene de la iglesia católica y el último corresponde a entidades públicas, Ayuntamientos, Diputación y Gobierno vasco principalmente.

No ha hecho referencia a empresas privadas, ¿no tienen ninguna vivienda de los bancos?

No tenemos ninguna ahora mismo. En otras comunidades autónomas hay precedentes de que los bancos pongan viviendas a disposición de entidades sociales, pero aquí hasta ahora no se está dando. Quizás aquí tienen menos presión social para hacerlo. De todas formas, tenemos ciertos reparos éticos para aceptar según qué viviendas. Las casas, una vez vacías, hay que activarlas, pero nosotros no podemos servir de coartada a los bancos o a cualquier otra entidad para desahuciar a familias.

[Publicado en Deia, el 8 de feberero de 2015]

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